
La religión es tender puentes en un mundo revuelto.
Leyendo en la prensa estos días, la noticia de la reducción de manera significativa de los profesores de religión en la red pública, ateniéndose -cómo no- a la ley; me vino a la memoria una historia reciente, que presencié y me dejó perplejo, en mi visita al Museo del Prado con motivo de los doscientos años.
En mi vida escolar, ya muy lejana, como pueden imaginar los lectores; recibí de mis maestros y profesores varias enseñanzas, que no correspondían a ley ninguna, cuanto a una formación esmerada que según ellos consideraban que en algún momento nos haría falta: Lectura de prensa los lunes, del periódico del domingo -Pensamiento Navarro, La Gaceta del Norte y D.N-, que los sobrantes los regalaba la editorial para que nos acostumbráramos a su lectura y lo hacíamos ese lunes en la clase de Lengua o de Literatura en otros cursos. Nos tocaba un periódico para dos personas, eran tan grandes que casi no cabían en nuestros pupitres de madera… Aprendimos a leer noticias, comentarlas y a valorar la prensa diaria como cultura social y local. La otra era la Historia Sagrada, donde narraban los episodios más característicos de la Biblia, y la tercera era la visita de Museos, cuando pudiéramos y cuando viajáramos, mientras tanto las diapositivas iban cayendo del carro al expositor y el profesor las comentaba…; para nosotros era cine y “perder la clase”, pero aquellas diapositivas enmarcadas en cartón iban penetrando en nuestros cerebros adolescentes como agua fresca…
Pues, mi visita al Museo iba transcurriendo lenta y ordenadamente, porque solo veo una o dos salas cada vez que voy, porque es la forma de no embotarme de belleza y no disfrutar con tranquilidad de aquellas obras que más me impactan y a las cuales dejo que mi imaginación haga el resto… Un lenguaje subido de tono me hizo tomar tierra de nuevo en el museo: Un grupo de jóvenes mixto, guiados por su profesora acaban de entrar en mi sala…Y la propia guía se detiene ante el “Españoleto”, José de Ribera, y sorprendentemente se paran con el grupo en el “Sueño de Jacob”, y pregunta al grupo: ¿Sabe alguien quién era Jacob?: “Un cantante, un torero famoso; no, es uno del grupo de los U2…” Mi asombro fue total y…, de verdad, que ya no ví más salas, ni más cuadros y bajé la escalinata con un sabor agrio y descompuesto. ¿Qué está pasando en nuestro nivel cultural juvenil? ¿Qué les estamos dando como alimento perenne?¿Cómo motivarles para que la cultura humanista les cale, les penetre como maná caído del cielo? Contéstense ustedes mismos.

Los profesores de religión no son solo profesores de un catecismo, sino de cultura humanista cristiana de la que hemos bebido y estamos inversos medio mundo, sin la cual es difícil vivir, porque toda la cultura que nos rodea está inspirada en ese humanismo cristiano, nos gusto o no… Gracias a esa cultura cristiana-humanista entendemos y comprendemos de “otra muy diferente manera” el mundo y las manifestaciones artísticas que jalonan nuestras vidas; porque religión es la construcción de la fraternidad y la defensa de la justicia en la Sociedad (Fratelli Tutti). La religión es el bien común como base, una visión y compromiso cristiano que debe abarcar a toda la sociedad.
Los museos sin las historia, sin la cultura del humanismo-cristiano se reduce en casi todo a escenas sin comprensión e integración en el tiempo y en la idea que han inspirados dichas obras… El humanismo nos trasmite que el ser humano es el centro de todas las cosas. La religión dice que Dios, los valores trascendentes han de ser el centro de todo. La religión de nuestros colegios son humanismo, historia de la salvación y mira hacia adelante, tendiendo puertas con un mundo contemporáneo; es en un resumen muy resumido inyectar valores a los jóvenes para que puedan admirar, disfrutar, vivir la cultura y la vida con otros valores y otros ojos y entendiéndonos con los que piensan diferente; siguiendo el mensaje de Jesús de Nazaret, abierto, tolerante que estaba con todos, que ayudaba a todos y no descalificada ni a la mujer pecadora, ese es el mensaje de la religión.
Dr. Emilio Garrido Landívar, Psicólogo clínico y doctor de la Salud, Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)