
Partimos de que la Enseñanza de la Religión en la Escuela es fruto de un consenso político en el que to dos los posicionamientos políticos e ideológicos cedieron en su momento para alcanzar una convivencia pacífica. La ERE surge del principio básico de aceptación de los valores de los que partíamos para construir nuestra sociedad. En ese clima de tolerancia y respeto se quiso dar especial importancia, en el ámbito de la educación, a los padres, principales responsables de la educación de los hijos, siendo el papel del Estado el garante de ese derecho y el que con objetividad diera coherencia al sistema educativo.
La Constitución otorga el derecho a elegir la formación para sus hijo, a las familias, en las diferentes opciones y dentro de un marco consensuado por todos. Llegaron sabiamente al acuerdo de ponerlo en el catálogo de derechos más importantes y, por tanto, más protegidos, en un acto de generosidad y entendimiento por parte del constituyente. Si entonces fue así, y era de sentido común, poner como claves el respeto al ejercicio de este derecho, ¿qué pasa ahora? La educación como tal debe ser enriquecedora y estar llena de matices, sin tener que estar sujeta al absoluto control e intervencionismo.
Es un hecho, que pese a la crítica por parte de algunos sectores, sigue existiendo una demanda y una respuesta muy positiva de los alumnos y de los padres hacia la asignatura de Religión. El contenido conecta bien con las inquietudes de los jóvenes y desarrolla en ellos un modo de entender la propia sociedad y el mundo actual desde un empoderamiento solidario y colaborativo, integrador y acogedor, de maduración personal e integración social, aspectos todos ellos que satisfacen las expectativas de las familias para la educación de sus hijos. Es decir, tiene como principal objetivo la humanización integradora y la comprensión de la propia historia y su proyección futura.
Porque la asignatura de Religión atiende, se preocupa y cuida las cuestiones que el hombre se plantea con objetividad y autenticidad.
Promueve el desarrollo de valores universales, alumnos más responsables, solidarios, críticos, libres…
Hace un riguroso tratamiento del hecho religioso para profundizar en la dignidad de la persona.
Promueve un desarrollo integral de la persona en todos los aspectos básicos.
Permite descubrir la significación de muchos puntos fundamentales del patrimonio europeo cultural, histórico, artístico, y literario.
Presenta con rigor intelectual la esencialidad de la propuesta cristiana.
Ante esto, el Estado debe ser exigente y coherente, avalando que la asignatura de Religión promueva los valores que deseamos tener en nuestro país, siendo en este caso un país plural con respeto a los valores ajenos, lo que debe servir para promover una cultura de todos que permita luchar contra los radicalismos.
Los docentes podemos trabajar, y de hecho trabajamos, en cualquier tipo de barrio, entorno y zona, y nuestros alumnos proceden de cualquier tipo de nivel socioeconómico.
Por ejemplo, hay profesores en colegios maravillosos de barrios estupendos del sur de Madrid, con niños y niñas de la periferia de la Capital. En zonas con la mayor tasa de paro de la Comunidad de Madrid y la menor renta per cápita. Algunos niños están condicionados por situaciones que giran a su alrededor y que generan tristeza e inseguridad. Paro, familias desestructuradas, marginación…